lunes, enero 08, 2018

Del Estero Pintué a la Laguna de Aculeo: hicimos caminar al agua










Del Estero Pintué a la Laguna de Aculeo: hicimos caminar al agua
8 de enero de 2018



Mientras transitábamos por el curso del Estero Pintué, este domingo 7 de enero de 2018, con medio centenar de lugareños, pensaba yo en la historia de los terrenos contiguos a la Laguna de Aculeo. ¿Cómo pudo deteriorarse tanto un lugar en tan pocos años? ¿Cómo puede ser tan nociva para las especies y la preservación de un ambiente la presencia humana?

Nos encontramos, paso a paso, con un estero lleno de pretiles que los lugareños llaman “tacos” frenando el avance del agua. Podíamos cada cierto rato chocar con los cuerpos estériles de peces del sector, muertos producto del embancamiento de sus aguas, aguas llenas de plantas acuáticas, uno que otro sauce y otras especies. Se sentía también el olor de la descomposición propio de las aguas estancadas.

Entramos a la altura en que el estero cruza la ruta que conduce a la Laguna de Aculeo, en el curso que separa a los que van a la ribera norte (donde están los campings) de los que van a Pintué y Rangue, los poblados del entorno. Bajamos uno a uno por las orillas del principal curso de agua que alimenta a Aculeo que significa justamente “la junta de las aguas”. El agua no era fría y podía verse a las orillas, un sinnúmero de pequeñas propiedades, de las que en más de una decena de oportunidades aparecieron tuberías de PVC que, motobomba mediante, sacan agua de forma ilegal. Nos encontramos un par funcionando, incluso, motobomba que rápidamente un trabajador rural apagó al vernos pasar tras preguntarnos en tono poco amable, que andábamos haciendo por ahí.

El tema es jurídico y es también de un profundo individualismo. Mientras la laguna se seca a una velocidad dramática, en varios sectores del estero fue posible apreciar inmensos neumáticos de camión que intentaban aposar el agua, puertas y portalones improvisados cortando el paso, cercos con palos y alambres junto con nylon y sacos arenenos para poner en esos pozones artificiales surgidos de la intervención del curso, la tubería ilegal y sacar agua, de forma inescrupulosa.

La cosa no es tan simple como llegar y sacar agua, tampoco es llegar y sacar arena o llegar y desviar un río, estero o quebrada. No se debe por ley, por decencia o por respeto, ni se puede por mínimo compromiso con lo que nos pertenece a todos (o nos debiera pertenecer). Pero en Chile, el agua se ha privatizado a niveles intolerables. Somos el único país del Mundo donde la gestión de las aguas se convirtió en negocio y podría darse el absurdo de que alguien sea el dueño de la tierra pero que tenga que comprarle a un tercero el agua de riego y de consumo. También es posible inscribir como propia agua que no se utilizará sino que se especulará con su precio por metro cúbico, por una cantidad que pasa por un sitio.

Tampoco el asunto es llegar y construir canales mágicos o tranques. Porque debemos meternos bien en la cabeza: los ríos no solo son agua que se mueve en una dirección; los ríos son verdaderas carreteras por donde los peces, los microorganismos y las aves se mueven en todas direcciones buscando un ambiente propicio para desarrollarse. Los ríos son un toque con la varita mágica de la vida a todo lo circundante y son también un sistema de desplazamiento utilizado de antiguo por grupos humanos. Por lo mismo, llenar de embalses, de represas y de centrales no solo afecta al agua que avanza y que algunos interesados dicen “se pierde”, si se le deja escurrir con normalidad.

La historia de la propiedad en Aculeo es de larga data y tiene relación con la entrega que hiciera Pedro de Valdivia a Inés de Suárez, después de la rebelión de Michimalonko en Santiago un 11 de septiembre de 1541. Se conocen los detalles pero se sabe poco de lo que pasó después que decapitaron a muchas personas. Ya para el año 1544 el conquistador entregó en premio a los servicios de Doña Inés, todo lo que hoy comprende la zona sur de Santiago, quien se hizo de una encomienda de indígenas. Es decir, un grupo que trabajaba para ella y por esa vía, empezaron a controlar a la población local los españoles.

Hay que tener presente que el territorio que hoy ostenta Chile, se encontraba poblado por múltiples grupos humanos que hablaban mapudungún pero que también habían estado sometidos a la expansión del Tawantinsuyo inka.

La Tasa de Gamboa de 1580, una disposición que regulaba el trabajo, dispuso que los indígenas de Chile Central fuesen obligados a vivir en pueblos, con un claro objetivo estratégico: someterlos a regímenes laborales con plazos estipulados, contabilizarlos, individualizarlos y adoctrinarlos como cristianos. Esto fue en suma un proceso de reducción ya en el siglo XVI. Así quedaron sometidos bajo el control hispano, aunque mantuvieron antiguas estructuras como el sistema de tener jefes o cabezas, como tradujeron los españoles el sistema de los lonkos.

Sobrevino, más al sur, la rebelión mapuche de 1598 con la famosa Batalla de Curalaba y uno de quienes peleó en ella, el conquistador español Francisco Pérez de Valenzuela y Buisa (el dueño de la Isla Teja o Isla de Valenzuela) perdió la vida batallando, en 1599. También perdió sus posesiones dado que hubo que despoblar el sur. Su viuda entonces, recibió en premio a los servicios de su familia a la Corona española, los territorios que comprendían en “Valle de Puchué” (hoy Pintué) y la zona sur de Santiago de la Nueva Extremadura quedó ligada para siempre a esa familia. Desde entonces, los caciques (nombre dado a los jefes indígenas en el continente), se mantuvieron reclamando el despojo y aunque para 1585 ya existía una capilla en la zona, fruto del despliegue eclesiástico.

En el año 1599, de acuerdo con la información que entrega el Informe de la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, don Gaspar Hernández de la Serna compró terrenos a los indígenas de Aculeo, que luego revendió a Alonso Navarro por 50 pesos oro; vendió menos de lo que compró al mismo precio que había gastado por el total; el negocio de la especulación y los loteos brujos es también de larga data.

¿Quiénes eran los propietarios en el siglo XVII? Los De la Carrera Iturgoyen, antepasados de José Miguel Carrera. Recordemos que esta familia tenía una fuerte ligazón con la zona de El Monte, camino a Melipilla en tiempos de la Independencia; pero en el periodo colonial, conviene mencionar que habían sido importantes propietarios en la zona de Malloa, desde donde Don Ignacio había trasladado a sus habitantes e inquilinos hasta las propiedades de él y su esposa Catalina Ortiz de Elguea en Aculeo.

Han escrito sobre lo sucedido en Malloa (fundado como pueblo de indios en 1565) el historiador de la Universidad de Santiago Juan Guillermo Muñoz Correa, el reconocido arqueólogo recientemente jubilado del Museo de Historia Natural Rubén Stehberg y el actual director de la DIBAM Ángel Cabeza.

En la década de 1720, como el sur del Biobío -aunque también del Maule y el Ñuble- seguía inestable e irreductible, los indígenas que los inkas llamaron “promaucaes” (otro modo de decir “salvajes”) pero que se reconocían a ellos mismos como taguataguas según otros autores (porque habitaban en las proximidades de la desaparecida laguna de ese nombre) y que los autores del siglo XX como Latcham llamaron “picunches” (gente del norte), fueron acusados de rebelarse y varios de ellos apresados. Se da un fenómeno interesante, porque varios de los avecindados en Aculeo provenían del sur del Biobío, constituyéndose como refugio.

El cacique principal de Aculeo, llamado Don Vicente de Queupumilla, de acuerdo a lo que relata el historiador y Premio Nacional Álvaro Jara, reconocido por el rey como señor local en 1718 reclamaba en 1738 -llegando a expedirse una Real Cédula- que se le devolviese a su gente lo que se les había despojado y aunque las evidencias documentales dan cuenta de que hubo ventas en el siglo XVII, lo cierto es que se mantuvieron sosteniendo pleitos hasta poco antes de la Independencia de Chile, cuando existía la figura el “Protector de Naturales” que recaía en uno de los Toro Mazote.

Durante el primer tercio del siglo XVIII persistieron encomiendas en la zona (institución que recordemos llegó a su fin en 1791 en Chile), aunque para el año 1738 la Hacienda Aculeo (una hacienda es una propiedad esencialmente ganadera) fue adquirida por los Larraín. Existía en aquellos años la institución del mayorazgo que hacía recaer en el hijo mayor las propiedades y que las mantenía indivisas, de generación en generación. ¿Dónde estaba lo medular de la hacienda? En el sector que hoy permanece con el nombre de El Vínculo, donde había casas patronales.

Así, herencias más herencias menos, llegamos al siglo XIX, cuando la viajera María Graham visitó la zona en 1823 y fruto de su paso por la zona, es dable apreciar una litografía (dibujo al carbón) de la laguna con carretas y jinetes de poncho colorido. Años más tarde, serán los Larraín Gandarillas quienes todavía figuren como latifundistas y dueños del sector, que con el tiempo irá pasando a manos de la familia Letelier que hasta hoy cuenta con extensos predios que alguna vez abarcaron toda la laguna.  Durante el siglo XIX también fue importante la venta de pejerreyes que eran sacados de la laguna.

Con el siglo XX se dieron los procesos usuales del campo chileno y también unos muy singulares, la gran propiedad se fue fragmentando, el acceso a la laguna se fue restringiendo y sobrevino la Reforma Agraria, que en la zona tuvo aplicación. “La tierra para el que la trabaja”, fue el lema en aquel entonces y la respuesta de los antiguos propietarios no se hizo esperar con el advenimiento de la Dictadura Cívico Militar, así entonces, comenzó la lenta parcelación de los predios, la progresiva construcción de parcelas de agrado, el surgimiento de loteos brujos que hoy hacen que sea posible ver letreros de terrenos menores a lo que la ley estipula en venta. 

Se sabe que el debate que intentan llevar algunos es que la laguna es privada y que eso permite prácticamente hacer con ella lo que se quiera y claro, el vicio está en que las propiedades arrancan “desde la orilla de la laguna”, por tanto eso se convierte en un incentivo perverso para achicar la laguna y agrandar la propiedad. Por lo mismo es posible ver hoy caballos y vacas pastando en lo que era hace unos meses el fondo de la laguna que nunca fue tan profunda pero que podía tener sin problemas más de 4 metros en donde hoy hay tierra yerma. A nuestro paso, el agua comenzó a abrirse paso, intentando alcanzar el cuerpo de agua mayor, que parece en franca retirada y corre el riesgo de desaparecer del todo, como lo hiciera la Laguna de Tagua-Tagua, justamente por un curioso error de cálculo de un sujeto que decidió intervenirla hasta que la desaguó del todo. No es posible que en pleno siglo XXI nos permitamos un crimen ambiental de esta envergadura. El llamado es a hacer que las autoridades apliquen las sanciones correspondientes, pero a no sentarse a esperar que lo hagan.

Pensaba en estas cosas, como les digo, mientras hicimos caminar al agua, caminando por el estero de Pintué a Aculeo y una señoras decían: “si quieren les muestro los papeles”, otras escribían: “qué triste ver que hay gente que no es de Aculeo acá” y el alcalde dice que es problema de privados y que excede sus facultades, pero enrostra a todos que vive en Huelquén desde siempre (o sea, en su lógica vana, tampoco es de Aculeo).

Qué tragedia de país tenemos a veces. No nos puede dar lo mismo dejarlo así o peor. 

¡Qué no muera Aculeo! Es la consigna.



Fernando Ulloa
Profesor de Historia y Geografía
Universidad de Chile.