La machi Linconao: un recordatorio permanente
La machi Linconao: un
recordatorio permanente
5 de enero de 2016
“La machi Francisca Linconao
Huircapan podrá esperar sentencia en su domicilio” pudo leerse hoy en la tarde
en los medios nacionales y también, al final del día, sorprenden las declaraciones
del fiscal Jorge José Winston Abbott Charme, al decir que su condición de machi
no le torna distinta de los demás que habitamos el país. ¿En serio cree eso el
fiscal nacional?
Sus tierras están en La
Araucanía, antes llamada La Frontera y anteriormente La Tierra, lugar donde por
años ha habido leyes especiales y ahora campamentos de Fuerzas Especiales,
porque se entiende que su composición social difiere de la de otras regiones
del país.
Los mapuches le llaman actualmente
Wallmapu o Ngulumapu y derechamente varios consideran que no forma parte de
Chile. Específicamente, en el caso de la machi, hablamos del sector del Cerro
Rahue en la comuna de Padre Las Casas (llamada así en honor de un religioso que
para unos fue un defensor de los indígenas americanos y para otros un invasor
español dueño de esclavos). Como en muchas cosas, las impresiones son
distintas.
De acuerdo a esa misma
cosmovisión o “idea del cosmos”, un o una machi también tiene obligaciones como
responder a los pedidos de ese fileu: recibir mensajes en sueños, interpretar
signos de la naturaleza, mediar entre las energías y fuerzas y con su newen o
energía vital, dar atención a sus coterráneos que necesitan recomponer su
equilibrio espiritual, psicológico y de salud; además de velar por la
protección de todo lo comunitario. Un o una machi es ante todo, una
personalidad social, aun cuando parezca vivir en los márgenes de la misma
sociedad que le acoge: es centro, guía, equilibrio y es transgresión a la vez.
¿Cómo avanzar en el reconocimiento
de esa diferencia? He allí el desafío país. ¿Sabía Chile lo que reconocía?
Parece que no.
La machi Linconao ha sido para la
opinión pública, un recordatorio constante de que los mapuches tienen otras
pautas culturales, que el Estado dice respetar, pero que le cuesta entender y sobre
todo aceptar.
Ha habido en sus casos frente a
la justicia, varios indicios de que estamos ante una persona singular,
dispuesta a trazar una línea bien clara entre lo que a los mapuches les parece
que se debe respetar. Y ahí ha chocado con la idiosincrasia chilena y hasta con
nuestra concepción de justicia.
Prueba de ello fue el juicio por
la defensa de un menoko, que es un lugar con especies nativas y aguas
subterráneas (aunque también superficiales), un “ojo de agua”, dirían otros,
desde donde ella obtiene el lawen pero también la fuerza que le permite
recomponer equilibrios. La medicina mapuche no trata solo de remedios químicos,
es una cuestión psicosocial.
Así como existe entre los
periodistas el deber de resguardar a sus fuentes o como el de los médicos es
velar por la salud y la vida de las personas (sean quienes fueren) o en el caso
de los abogados, el de garantizar acceso a una legítima defensa a sus clientes;
los y las machis deben cumplir designios que están fuera de nuestra comprensión.
Eso está en juego y ha quedado muy patente con la machi Linconao. Varios lo han
comparado con el deber de los sacerdotes de pronunciar misa hasta el ocaso de
sus vidas, cada día.
Hace más de medio siglo, entendieron
esta particularidad, quienes, tras un informe pericial encargado a antropólogos
y expertos, absolvieron a la machi que sacrificó con la anuencia de su
comunidad ritual a un niño para apaciguar el Mundo cuando ocurrió el Maremoto
de 1960, lanzando el cuerpo al mar. Se entendió, que de acuerdo a lo que ellos
creían, estaban obrando de acuerdo a sus dictámenes. Se ajustaban a su Admapu, a
sus preceptos morales y éticos. A sus preceptos o al Derecho Consuetudinario,
si se le quiere llamar de otro modo. Sabemos que las traducciones siempre
quedan cortas.
Entre los mapuches, de acuerdo a
lo que uno como investigador, puede captar de relatos y de fuentes escritas también,
uno de los mayores castigos en caso de producir una alteración, era el
destierro. Siempre se apuntaba a resarcir el daño, pero cuanto esto resultaba
imposible o la transgresión era insoportable para el entorno, se procedía a la
expulsión de alguien. ¿Por qué desterrar? Porque en la sociedad mapuche, la
persona es ante todo un ser social que deja de ser che, cuando se desvincula y
que tampoco nace siendo gente: una persona se hace gente en relación con otros.
¿Aplicará eso del destierro entre machis? Me permito introducir la duda. Porque
en el caso de los y las machis, condenar a alguien al destierro sería
prácticamente condenarlo a la muerte. Aunque la muerte también podía decretarse
para alguien. ¿Cuál es el pero en el Chile de hoy? Que la pena de muerte, fue
abolida.
La machi esperará sentencia por
el Caso Luchsinger en su domicilio, practicando sus costumbres y señalando que
es inocente, lo que no quiere decir que la justicia chilena la vaya a absolver.
Probablemente, la justicia que le preocupa, es la de su gente, la de su pueblo
y la que la cosmovisión mapuche indique. Obviamente eso incomodará a quienes la
han condenado a priori y a los hijos de un matrimonio que murió quemado en su
propia casa, donde el único condenado hasta ahora ha sido otro machi, que ha
evitado hablar, pero que ha exigido también, ser tratado como machi: por eso la
vestimenta, por eso las peticiones para oficiar ceremonias, por eso la
traducción durante el juicio.
La machi Linconao, incluso, fue
despojada de sus vestimentas. Cuestión que resultaría insultante para un
religioso de otros credos, que usa camisa especial, que porta una cruz o un
báculo, que calza zapatos distintos o que debe usar ciertos colores específicos
en determinadas épocas del año. Chile reconoce eso a unos; los y las machis reclaman
que eso a ellos no se les respeta. Por eso los choques culturales.
Un o una machi, tiene una
investidura y nuestra legislación se comprometió a respetar esa diferencia que
otros consideran privilegio. Paradójico, considerando que hace unos días se
discutía el alcance del fuero parlamentario. ¿No gozarán los y las machis de un
status particular? Eso último es probablemente, lo que más escandaliza a los
chilenos, que ya están midiendo a los y las machis con la vara que se mide a los
chilenos sin garantías especiales, en un país que dice reconocerles un trato
especial, un nuevo trato, que al parecer queda sólo en palabras.
El país tendrá que discutir estos
temas, me parece. Por eso me he dado el tiempo de escribirlos, aun cuando el
solo hecho de enunciarlos, expone a los insultos y las descalificaciones, en
una sociedad donde estamos acostumbrados a lo inconsulto y a la imposición.
Fernando Ulloa
Valenzuela
Licenciado en
Historia
Universidad de Chile