jueves, mayo 28, 2015

La clase de Historia del almirante



Foto Publimetro

La clase de Historia del almirante
28 de mayo de 2015

Pedí a mis estudiantes que vieran el discurso el 21 de mayo y como la tarea era conjunta, también me desperté a ver la cuenta presidencial aquella mañana feriada de jueves.
Comenzaron temprano las transmisiones en cadena y a eso del mediodía, después de los anuncios con letra chica sobre Educación y las escasas menciones a Araucanía, más allá de los pormenores, me llamó la atención otra cosa: mientras en televisión pagada transmitían entrevistas en directo con políticos y concurrentes; en televisión abierta, en cambio, podía verse a comentaristas de farándula y a encapuchados en directo mientras hablaban políticos como Giorgio Jackson, Ricardo Lagos Weber y Camila Vallejo como si fuesen una voz en off.
Valparaíso ya había estado convulsionado en esos últimos días, tras el asesinato de los dos jóvenes Borbarán y Guzmán, por los que habíamos guardado un minuto de silencio, en las clases previas.
De pronto, me vi escuchando con atención al almirante Larrañaga, un señor de bigote y profuso en medallas y charreteras. Entre las condecoraciones, muchos repararon después en que había portado unas alusivas a la Dictadura Militar, que el plan de estudios también permite llamar “Gobierno”. Otros más airados sugerían años antes decirle “Segunda Independencia”.
Pero lo más sorpresivo vendría después, cuando en una exposición personalizada; más bien una visita guiada, el almirante conversaba con los representantes del poder ejecutivo, legislativo y judicial -incluida la presidenta- que a fin de cuentas también parte de eso que en Chile llamamos “la familia militar”. Un club selecto de gente con apellidos que se nos van repitiendo a lo largo de los años.
El almirante deslizó algunos comentarios alusivos a la cripta de los héroes, la de los Prat y Aldea y con otros menos reconocidos como Goñi, veteranos de guerra, también.
Allí deslizó frases interesantes, dejando en evidencia que además de ser ingeniero y experto en inteligencia tiene gran interés por la Historia y que luego, probablemente esos conocimientos, le permitieron llegar a ser director de Educación de La Armada.
El almirante Larrañaga mencionó entonces, que uno de los enterrados allí, era pariente del exministro de Defensa Goñi y que el actual ministro del Interior Jorge Burgos, también desciende de otro de los que están allí homenajeados. El de Goñi fue contador y citando a Burgos, el almirante dijo que el ministro se habría jactado de que su pariente –a diferencia del de Goñi- había muerto en batalla.
Walker, con dos hermanos en el Congreso y pariente del Walker que hacia 1891 participó activamente en la desestabilizacion del gobierno de Balmaceda, preguntó algo del tipo: ¿eso está comprobado o es algo que dice Burgos? Soltando una carcajada tras la cual los demás sonrieron.
Mencionaron luego a Rodin –particiando en el concurso para el monumento aunque derrtado- y añadió un comentario docto el presidente de la Corte Suprema. En ese mismo diálogo, el almirante dejó en evidencia parte de la doctrina usual en nuestras Fuerzas Armadas: el olvido selectivo y el uso de eufemismos.
Me explico: así como algunos prefieren llamar “Gobierno” a la Dictadura Cívico-Militar; Larrañaga al igual que los historiadores conservadores y antibalmacedistas, llamó en esa presentación “Revolución” a la Guerra Civil de 1891.  ¡Conflicto entre chilenos que nos dejó con más muertos –ellos llaman “bajas”- que la Guerra del Pacífico! (Que otros llaman “Del Salitre”) y añadió sobre un tripulante de La Esmeralda, que después fue ingeniero: “pasó a formar parte del Ejército y eligió el bando equivocado y no pudo continuar su carrera”.
“Bando equivocado”, llamó a quienes defendieron a Balmaceda de La Armada golpista a favor de los intereses ingleses…
Eso es Chile, un país de bandos –bandos militares y bandos de gobierno- donde los que apuestan a ganadores califican de un modo cómodo a sus intereses, los conflictos armados. Eso es Chile, un país donde por la TV abierta se rinde honores a los que deciden las vidas de otros y luego lucen orgullosos medallas manchadas con sangre.
Recordé el libro Los que dijeron no, que aborda a la marina antigolpista y retrata historias de gente que hasta hoy perdió honores, sueldos y carreras; pero que conservan dignidades. Gente que por supuesto –estamos en Chile- no sale en TV “abierta”.
La clase del almirante, fue -a mi juicio- una clara exposición de nuestra estrecha noción de Historia: la de unos vencedores y la de aparentes mártires a los que debemos imitar, sin reparar en que estaban también, dispuestos a matar a otros, extranjeros o compatriotas. Había allí un club de gente, cercana por lazos de sangre y similar en procedencia. Celebraban a los suyos, que ya tenían cargos cien años antes.
Por lo mismo, por lo ajeno que resultaba ese mundo, quería que vieran el discurso mis estudiantes de Historia, chilenos y extranjeros. No todos pudieron notar esas sutilezas, pero para allá vamos. Siempre les digo: “en este país, aprender Historia, sirve para no terminar muerto” (aunque a algunos los mataron por saberla).


Fernando Ulloa Valenzuela