A Temuco le va quedando el puro nombre

13 de agosto de 2019

Hace unos 13 años me propuse fortalecer la memoria visual de los temuquenses, creando una página llamada “Aguadetemu”. Empezó como un humilde Fotolog y con mis energías juveniles, por allá por el 2006. Con el tiempo, trasladé las imágenes a un Facebook, que se llamaba: “Aguadetemu Fotos Temuco”. Con el tiempo, fui notando que tras las fotos, afloraban los recuerdos de los oficios, de las ocupaciones, de los rituales urbanos sencillos, como comprar verduras en la calle o como comer turrones afuera del Pobre Diablo, La Olleta o El Quijote.

Al 2019 la ciudad ha vuelto a tener a un Becker dirigiendo la Municipalidad; ya no hablamos de Germán Becker, el padre; sino de su hijo, que debiendo sentirse más local, ha actuado como un represor de las manifestaciones culturales que nos enorgullecían como ciudadanos del sur del Mundo.

Hoy, los cochayuyeros de Hueñalihuen, Rucacura o Moncul ven complicadas sus tareas y no los dejaban estar en la Plaza de Armas. Hubo que pelearle eso.

Parece no saber el alcalde lo que es el “Patrimonio Cultural Inmaterial”, protegido por la UNESCO, ese de los usos, costumbres y tradiciones. El patrimonio relacionado a los oficios. Un día como hoy, cumpliría años Oreste Plath, gran recopilador de tradiciones. Esta misma semana cumpliría años también Margot Loyola, otra gran compiladora que le hizo collera al olvido. Se asombrarían Charles Darwin, Claudio Gay, el pintor Mauricio Rugendas y la viajera María Graham si pasaran por Temuco y vieran lo que ocurre en nuestra ciudad.

Nada parece importar menos al alcalde, que preservar nuestras tradiciones. Y parece creer que basta con hacer una fiesta cervecera en el Parque Estadio Municipal que lleva su apellido. Una fiesta de la cerveza, en una ciudad donde no quedan antiguas cervecerías…

Hablo de una ciudad, que en vez de apurarse en recuperar su Mercado Municipal quemado, se pone a demoler lo que encuentra. Con edificios copiados o sacados de alguna oficina de arquitectos sin memoria.

Qué decir de la Feria Pinto, una de las pocas sobrevivientes y no precisamente gracias al alcalde de marras.

Reflotó el Mall Temuco 2000, ahora devenido en Easton Outlet Mall. ¿Se habrá ido Don Sata decepcionado con los cambios de la ciudad?

¿De qué sirve que el Tercer Puente se llame Treng-Treng y Kay-Kay si los mapuches no pueden circular libremente desde los pocos campos que les dejó la Ocupación de La Araucanía hasta la capital regional para vender sus productos? ¿De qué sirve si no se puede izar la bandera mapuche en señal del mínimo respeto que debemos a los habitantes originarios de ese suelo?

Tristes estarían los buhoneros de la frontera, si hubiera sido Becker el alcalde en sus tiempos. Enojados estarían al no poder entrar a la tierra a vender sus baratijas los mercachifles del siglo XIX. No se habrían quedado de brazos cruzados. Mucho menos con una cesantía que está lejos de desaparecer con estos desaciertos.

¿Qué pretenderá Don Miguel? ¿Prohibir los piñones por decreto? ¿Desterrar las lechugas pastelillo de las caseras? ¿Acabar con las manzanas para chicha, con las puchacay y con las cabeza de niño? ¿Desterrar para siempre las cerezas corazón de paloma? ¿Querrá borrar de nuestra memoria la harina tostada, los pavos de harina, eso que llaman ulpo los santiaguinos?

¿Qué tendremos para entregarle con sello propio al Mundo globalizado? ¿Un pabellón de madera concebido para ser exhibido en Europa? ¿Un supermercado con fachada de madera de pino? ¿Un lecho del río seco porque se les ocurrió una nueva central hidroeléctrica pasada de moda? ¿Será que  el mensajes es que debemos conformarnos con vender pinos, eucaliptos, chips y celulosa?

¡Corre riesgo la Feria Artesanal de los veranos y no solo por el TPP11! El Cerro Ñielol ya no verá el colorido de las tiernas zanahorias de alguna huerta de Maquehue. Habrá que inscribir las papas, habrá que desterrar las hierbas pectorales, las friegas, los emplastos y los ungüentos. Los delantales blancos y limpios de las vendedoras de humitas, también podrían sucumbir y con ello los canastos de mimbre, los paños de cocina hechos con sacos harineros en el viejo “Granero de Chile”.

Los vendedores de avellanas y maní, que mejor vayan buscando pega en un “Call Center”. Que se conviertan en choferes de Uber. Triste e incierto futuro, tendremos, coterráneos.

Una ciudad que podría estar llena de kioskos verduleros, hortaliceros y frutales. Que podría ser la punta de lanza de la venta de productos saludables, va a ser “limpiada”. Pero más bien parece una limpieza étnica, una “razzia céntrica”, lo que está haciendo este militar jubilado.

La plaza de las banderas, allí enfrente de donde los Becker tenían su casa de infancia, ya sólo tiene banderas chilenas. Y de la figura de Bolívar, que pretende allí homenajearse, es probable que alejen hasta a los skaters, los últimos en visitarla.

No queda cancha de Bicicross. La piscina Ñielol es un fantasma. El cuartel de Bomberos donde velaron a mi abuelo cerca de la plaza, es ahora un restorán de autoservicio. La Municipalidad más parece Ripley que Municipalidad. La Catedral quedó firme pero nada hay en torno a la plaza que nos remita a nuestro origen, salvo el edificio del Diario que día a día muestra los horrores de Becker. Los cines y teatros fueron borrados del panorama. ¡Y teníamos tantos!

La Isla Cautín de vez en cuando se ocupa para unos fuegos artificiales que abundan más que los temus. Al mismo ritmo, los chilenos de Temuco ya no tienen ramadas, que habiendo sido corridas de Pueblo Nuevo -por las riñas se dijo- fueron llevadas a las espaldas del Regimiento Tucapel. Diego Portales quiso hacer lo mismo con las fiestas, por eso ponía en cepos a los humildes habitantes de Santiago. Ambrosio O’Higgins quiso hacer lo mismo con los comerciantes en el siglo XVIII y ya vemos que no le resultó. Hay tradiciones que son más fuertes que las leyes que pretender borrarlas.

Privar a los pequeños comerciantes, de vender sus productos al paso, es cortarles las manos. Y los mapuches saben de que les corten las manos, es cosa de preguntar por Galvarino. Se ha visto que confinarlos a la periferia tampoco es una buena alternativa. ¿No que a esta gente le gustaba el emprendimiento y la libre competencia? ¿Por qué entonces no optan por habilitar, regular y dar posibilidades a quienes desean autoemplearse?

Yo no le pediría nada al alcalde, que es más bien poco dado al diálogo. El mensaje es para los temuquenses, rodeados de cámaras, amenazados con multas que bordean medio sueldo mínimo.

Ya no habrá vendedores con barquitos en Bulnes, ya no estarán los algodoneros en Montt ni los vendedores de changles. Van a desaparecer los que traían camarones de tierra a la ciudad; porque además, están secando los humedales o los convierten en basurales como pasó en Boyeco.

Van a culpar a la sequía, ha sido la excusa perfecta también, para el robo de agua. Yo responsabilizaría a la pobreza de espíritu, a la falta de visión de un sujeto, que espero, tenga la decencia de no ir a la reelección. Seamos responsables, temuquenses, queramos un poquito a la ciudad y también a nosotros.

¡Y qué opina desde Santiago! Van a decir. ¡Y qué habla de Historia si ya no entra en la prueba! Dirán los que quieren sacar Historia y Geografía para “enseñar ciudadanía”.

La ciudadanía también se aprende en las calles, por mucho que hasta las calles, así como hicieron con los adoquines, se las quieran llevar para la casa, estos malos gobernantes.

La ciudad no se merece este trato. No se merece a esta gente. Nosotros tampoco.

En el verano vi un Temu, el arbolito. Lo tuve que ir a ver a Viña, allá tienen hasta jardín botánico. Pero Temuco, en cambio, se duerme en los laureles que el alcalde no tiene.

Indignante. Nos va quedando el puro nombre.

Fernando Ulloa Valenzuela.

Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales.