sábado, enero 03, 2015

Nicolasa de am a pullü: un ciclo se cumple






Nicolasa de am a pullü: un ciclo se cumple

2 de enero de 2014

Hace poco más de un año, siendo el 26 de diciembre de 2013, fuimos hasta Ralco, "Subimos a Ralco", como escribí en esa oportunidad, hasta el eluwun (funeral) de la papay (mujer mayor) Nicolasa Quintreman.
Habíamos pasado la noche bajo un cielo estrellado en Chenqueco y al alba, enfilamos por el escarpado camino hasta la casa de la reconocida mujer pehuenche. La opositora más firme a Ralco. Bajamos un poco hasta la casa que le dieron tras el despojo.
El panorama era sobrecogedor: el embalse estaba a los pies de la casa, brumoso y desde la junta de los ríos Biobio y Chaquilvin, aparecía tímido el Sol o Antü. Su hermana doña Berta, nos recibió e hizo su llellipun (oración) y luego sus familiares nos convidaron a la mesa. Pasamos luego a ver el féretro y allí estaba, con el vidrio empañado su cuerpo depositado al interior de un ataud sin cruces. Su rostro no era el de alguien descansando.
Con el avance de la mañana vinieron las conversaciones y salimos a recorrer el terreno contiguo a su casa, esa casa donde quedó confinada entre los riscos y el río convertido ahora en una masa inmensa de agua, incruzable, inutilizable. Una masa de agua que justamente divide en vez de conectar, como había hecho con antelación el Biobío.
Doña Berta me tomó la mano y me dijo con fuerza, aunque con la voz quebrada: "dígale a todo el Mundo, lamngen que no me voy a quedar tranquila hasta que saquen esto, hasta que saquen este lago, yo no lo quise, nunca lo quise, por eso no lo quise, ahora se llevó a mi hermana, dígale a todo el Mundo lamngen...".
Era mi hora de retornar a Santiago y pensé que muchos pasarían de largo, al no haber más que una pequeña señal, reconocible solo para quienes acostumbran visitar campos, en la bajada a la casa. Al despedirme de cada uno de los concurrentes, crucé mis últimas palabras con un peñi que también venía de más al sur, que había pasado la noche durmiendo al aire libre y él -no sé si en un acto de confianza o en uno de puesta a prueba- me confió su pañilwe, "su bandera de Lautaro" (como le dicen otros) y me pidió que la pusiera bien visible arriba, en el enlace de los caminos. Así fue que subí y antes, les consulté si les parecía bien que hiciera un letrero que indicara donde estaba el acceso. "Sí, hágalo no más wenüy (amigo)", me dijeron sonriendo. Tal vez pensando en ese afán que tenemos los no mapuches por escribir.
Tomé un cartón y con carbón que encontré a un costado de la casa, mientras los demás preparaban los agasajos para los dolientes y las visitas, escribí: "Bajada a casa ñaña Nicolasa Quintreman".
Salí por el camino junto a mi hermana y entonces al llegar al enlace que conduce a Santa Bárbara, varios miembros de la policía me saludaron y uno de ellos me preguntó si venía de abajo, del velorio.
"Sí, vengo de allá, no hay problema si pongo una bandera y este cartel, ¿verdad?", les dije.
- ¿Qué significa esa bandera? Me espetó el que las oficiaba de mandamás.
"Es una bandera mapuche antigua, que tiene el color azul, el kallfü, el color de la eternidad y del cielo. La estrella de ocho puntas es la representación de un astro, el lucero de la mañana, los mapuches y los pehuenches dicen que vienen de las estrellas, le dije. ¿No le habían contado?".
- Ah, que interesante, entonces eso no mas significa. Me señaló (y le dije que sí). Que era una bandera antigua que ya reconocían en tiempos de los españoles.
Para mis adentros pensaba cuánto iba a durar puesta la bandera o si la sacarían apenas me retirara y también temía por el letrero. Pero curiosamente, no parecían hostiles y no eran usuales. Eran carabineros rubios de 1.90, que más bien parecían tropas de elite, parecían comandos militares. Se descolocaron cuando les pregunté qué había pasado hacia Icalma, uno trató de responderme que hubo un enfrentamiento y el otro, quiso desviar el tema y hacer como que no estaba informado.
Yo recuerdo que ese día vestía de azul y blanco y tenía por aquel entonces el pelo corto. Quizás hasta les parecí ajeno a todo lo que indica el prejuicio que son quienes desde el lado chileno se relacionan con mapuches.
¿Habrán pensado será un hippie o un terrorista?
El asunto es que al llegar a Santiago, me preguntaba todavía qué sería de la bandera y si el letrero había permanecido ahí, si le había servido a alguien.
La duda persistió hasta que encontré un reportaje de La Tercera, que justamente decía: "un letrero indicaba el lugar de la casa". Como vi a quienes subieron al funeral, porque me los crucé en el camino, entonces sé que el letrero permaneció allí hasta que algún corresponsal pasó y bueno, ha transcurrido un año desde la partida de la ñaña Nicolasa y hasta ahora, no había contado lo sucedido y de qué manera le "dije al Mundo" lo que había pasado allí.
Las comunidades siguen sin poder hacer uso del agua del Biobío, ahora embalsado, la gente sufre sequía allí donde caen cientos de metros de nieve y para peor, una nueva central ha llegado a interrumpir el libre tránsito en Angostura (Huequecura) refugio de los otrora navegantes terrestres llamado pehuenches.
Que no quede solo en palabras esa petición de Berta Quintreman.
Que no se olvide a tan solo un año, la muerte de una valiente como Nicolasa.
En el Wenümapu o dondequiera que se encuentre su pullü (espíritu), ahora que ya habrá dejado de ser am, un moscardón o un ave que nos visita, imagino que no está tranquila viendo cómo el embalse que terminó con su vida, sigue allí y nosotros aquí, sin hacer ni decir mucho.
Las aguas siguen atrapadas y con ellas el grito contenido, de un pueblo que no descansa.
Callar es hacerse cómplice. Pero también hay que saber decir.
Chi ül pingey: piam piam piam.


Fernando Ulloa.

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